El aparato locomotor del hombre es una obra maestra de ingeniería que se ha sido confeccionada y perfeccionada a lo largo de millones de años de evolución . La capacidad para desplazarse mediante la bipedestación, esta maravillosa facultad de que goza el ser humano, constituye el prodigioso fruto de una evolución biológica meticulosa y concienzuda. El que una obra de arquitectura tan perfecta como es el cuerpo humano en su conjunto, se haya modelado en todas sus complicadas partes y en cada uno de los más mínimos detalles y siempre con miras a permitir la bipedestación y, por tanto, el desplazamiento en posición de erguido, nos da idea del gran peso y la transcendental importancia que la evolución fue concediendo desde el principio a esta prodigiosa facultad propia del ser humano. Desde la planta de los pies hasta la forma y el centro de gravedad del cráneo, todo en organismo humano está configurado y dispuesto de la mejor forma para permitir la posición erecta y facilitar su perfecto desplazamiento usando para ello las extremidades inferiores.
Todos somos conscientes de que cuando uno ha cumplido ochenta abriles, o anda por ahí cerca, muchas cosas han cambiado en nuestro organismo, sobre todo en el aspecto físico, y generalmente casi nunca dichos cambios ha sido muy alentadores. Así, por ejemplo, es normal que la marcha del octogenario resulte un tanto insegura y defectuosa. Con la edad, cuando se sobrepasan ciertos dígitos, el control y el equilibrio postural pierden la seguridad y la elasticidad de que gozaba cuando los reflejos eran más vivos, lo cual ocurre en la juventud e incluso durante cierto años de la edad madura. Por ello es frecuente observar como el anciano marcha despacio y un tanto envarado y, más aun, muchas personas mayores son portadores asiduos de un bastón o de un callado. Dichos utensilios no vienen a representar. como con cierta lógica se podría pensar, una especie de merecida socialmente simbólica vara de mando,como correspondería a sus muchos años, sino que la realidad es que se ven en la necesidad de usar dichos puntos de apoyo suplementarios para prevenir posibles y peligrosas caídas ante su marcha insegura y defectuosa. La marcha del anciano, en contraste con el febril ajetreo con que discurre todo en la vida moderna, es una marcha pausada y cuidadosa, sin asomo de prisas. Cualquiera que observe la aparente tranquilidad que muestran, diría que los ancianos, como ya están a la vuelta de muchas inquietudes, optan por tomarse la vida con cierta parsimonia.Es por eso que unas veces nos los encontramos que van caminando con una marcha pausada y cuidadosa y en otras muchas ocasiones suelen haber hecho un alto en su caminar y han tomado asiento en el primer banco que han encontrado y allí permanecen largo rato, inmóviles, abstraídos,quietos como una estatua, con el bastón en la mano; tienen los párpados entornados, como, si estuvieran mirando hacia dentro de sí mismo, en realidad sumidos en una profunda meditación. Efectivamente ese anciano de pensamiento enigmático probablemente está rememorando y viendo en su imaginación con gran añoranza y en vivos colores algún episodio lejano, algo que ocurrió en su juventud y de lo que guarda un recuerdo agradable. Tal vez esté recordando aquel episodio de su vida en el cual él demostró ante un público entusiasmado, que le aplaudía con admiración, una de sus sonadas proezas deportivas en la cuales solía poner de manifiesto la extraordinaria habilidad y la perfección con que llegó a dominar y manejar su aparato locomotor, tanto que más de una vez llagó a batir marcas. Cuando al cabo de un rato se levanta tembloroso, apoyándose en el bastón, no puede por menos que continuar con sus meditaciones, pero ahora de tipo filosófico, analizando en su fuero interno el inapelable proceso del envejecimiento, la inevitable progresión del mismo, las devastadoras consecuencias físicas de tipo degenerativo que se han ido produciendo en todos y cada uno de los órganos y tejidos del organismo.
.

No hay comentarios:
Publicar un comentario