EL GRAN MISTERIO
Aunque hoy la humanidad alardea de gozar de una cultura avanzada y en realidad es cierto, sobre todo en el aspecto científico, pues podemos demostrar que hemos alcanzado a descifrar algunos de los hasta ahora grandes enigmas del universo. No obstante, lo cierto es que si nos paramos a meditar tranquilamente, cuando por ejemplo, en una noche estrellada miramos al cielo y nos atrevemos a lanzar nuestra imaginación a través del espacio infinito con fines exploratorios, sistemáticamente acabamos por experimentar una gran desilusión. Y es que, aunque hagamos uso de los "avanzados conocimientos" de la ciencia moderna, cuando intentamos hacernos una idea del origen, de la función y de la finalidad de los astros que tachonan ese inmenso y maravillosos cielo que nos cubre, irremisiblemente, terminamos por llegar a la conclusión de nuestra total incapacidad para comprender esos términos. Ni el origen, llamémosle creación; ni su perfecto funcionamiento o evolución a lo largo del tiempo ilimitado; ni, por supuesto, el superior razonamiento de una mente suprema, que sin duda debe existir como ente creador y conocedor de la finalidad de esta creación tan colosal que escapa a toda comprensión humana.
Este maravilloso mundo en el que habitamos el género humano y que hemos dado en llamar nuestro mundo, en realidad lo compartimos con infinidad de seres, que, si bien hemos acordado en admitir que no tan prodigiosos y perfectos como nosotros, los humanos, sí hemos de aceptar que están plenos de vida y que incluso gozan de ciertas facultades y privilegios con las que, en muchos aspectos, nos superan con creces. Una y otra vez nos resulta fácil comprobar, mediante la simple inspección concienzuda o, incluso, recurriendo a los más sofisticados medios o artificios científicos, que el fondo de de esa vida palpitante que se ofrece a nuestra observación hay algo superior, algo esencial y misterioso que escapa y supera nuestra capacidad de comprensión. Es ese principio, siempre misterioso y de génesis inexplicable que conocemos como el principio de la vida.
una insignificancia, una pequeña partícula perdida den el Universo infinito. Pero es más, también, a pesar de las muchas hipótesis que nos hemos formulado acerca del origen, funcionamiento y destino de ese universo infinito que nos rodea, terminamos por tener que admitir que en realidad todo es un gran misterio.
Camino pausadamente ensimismado con mis pensamientos. Voy meditando y he llegado a la conclusión de que yo, este ser insignificante pero que goza de vida propia se halla caminando apaciblemente por un sendero sobre la superficie de un pequeño planeta llamado Tierra. También pienso que La Tierra, lo que para mí es un gran mundo, en realidad sólo viene a constituir una pequeña e insignificante partícula que forma parte de algo tan grande, complejo e inmenso como es el universo; algo tan misterioso que la razón humana no alcanza a comprender, ni siquiera a imaginar en su conjunto. Pienso que ante la limitación de nuestra capacidad de análisis y raciocinio los humanos hemos acordado a catalogar el universo como infinito.
Para el hombre el mundo en que vive es un cúmulo de misterios.
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