sábado, 5 de septiembre de 2015

CREPÚSCULO VESPERTINO

  Es una tarde serena de finales del mes de agosto. Camino distraído a campo través, y miro al suelo que piso con cierto grado de pesadumbre: las pequeñas plantas ya se ven  agostadas y resecas. Yo pienso que en realidad parece que se debaten  entre la vida y la muerte. No cabe duda  que esperan con la mayor ansiedad las primeras lluvias estacionales para poder sobrevivir. No obstante, ante el más mínimo roce con mis zapatos, magnánimas, me obsequian con sus aromáticos efluvios.  
   Es que este año el verano, además ser excesivamente caluroso, se está prolongando demasiado. Dicen que tal vez sea consecuencia del tan cacareado "cambio climático". Lo cierto es que a estas alturas, tras un verano más caluroso de lo normal, aun no ha caído una gota y la desértica tierra que voy pisando cruje y se quebranta como si se quejase  por la falta de humedad.
  Cuando la tarde ya va bastante avanzada consigo alcanzar un altozano rocoso y allí, aposentado en su punto más alto, puedo contemplar una gran extensión de este terreno sumamente árido, pero que no por eso deja de presentar un atractivo y una belleza especial.
  Aquí, sentado sobre una roca, en medio de un gran silencio, respirando un aire inmaculado y bajo un cielo azul inmenso no puedo resistir la tentación de abstraerme en la contemplación de un maravilloso crepúsculo vespertino.
  Los encantadores matices que se van sucediendo durante esta tarde estival resultan inenarrables. Puedo apreciar que lentamente, pero a un paso seguro y perfectamente cronometrado, como ocurren todos los fenómenos en el universo, esta tarde, en que el sol ha terminado por sumergirse y ocultarse tras la línea del horizonte, aun se percibe allá, sobre una amplia zona de la cresta de la lejana cordillera una especie lecho incandescente por donde acaba de irse  hoy el astro del día. Ha dejado tras sí una especie de aureola ígnea y brillante  que emite luminosas irradiaciones, perfectamente armonizadas y teñidas por todos y cada uno de los colores del espectro solar. En este momento todo  mi entorno, así como el gran paisaje que puedo contemplar parece estático, inmóvil, como si perteneciera a un maravilloso mundo encantado. Yo me siento envuelto por una atmósfera mágica. Ante la grandeza del espectáculo sólo puedo quedarme  anonadado y muy quieto. No me atrevo a mover un músculo de mi cuerpo, mientras insaciable quiero captar y guardar tan maravilla exhibición de belleza en lo más profundo de mi alma. Para ello, instintivamente aguzo todos mis sentidos. Es como si automáticamente se abrieran todos los sensores físicos y espirituales con que la naturaleza ha dotado a mi  humilde e insignificante persona, escondida en este inmenso paraje, para que pueda disfrutar de los incontables prodigios que continuamente se suceden en el maravilloso mundo que en este momento me envuelve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario