Posiblemente debí haberme dormido sin darme cuenta, aunque yo no lo recuero ni tengo conciencia de haberme dormido. De lo que si estoy bien seguro es de que, sin saber cómo, tuve la absoluta y cierta sensación de encontrarme flotando ingrávido en el cielo, pero no en un cielo cualquiera. Aquel cielo que se ofrecía a mi vista era distinto a nuestro cielo estrellado. No se trataba de ese cielo limpio y transparente sembrado de minúsculas estrellas parpadeantes que estamos acostumbrados a contemplar desde un paraje solitario de la alta montaña y que tanto placer nos proporciona durante una noche serena. El cielo de mi extraña vivencia era distinto, se mostraba más próximo y sus astros más nítidos y asequibles. Se mostraban como si estuviesen al alcance de la mano.
Ante vivencia tan peculiar no pude evitar pensar en si estaría soñando.Pero mi sensación era estar despierto y bien despierto. No obstante, recuerdo que me preocupé de comprobar mi estado de vigilia y cerciorarme a ciencia cierta de que no estaba soñando. También quedé convencido de que efectivamente gozaba de ingravidez, que flotaba en el espacio y podía desplazarme a voluntad por un entorno ilimitado. Y no he de negar que tan prodigiosa facultad me producía un goce supremo.
Mientras deambulaba a voluntad por aquel espacio extraño, naturalmente, fui analizando todo cuanto se ofrecía a mi vista y muy pronto llegué a la conclusión de que efectivamente aquel cielo en me movía y al que, sin saber cómo, me había visto transportado no era el cielo de nuestro mundo. Por ello, deduje que yo debía encontrarme en un punto del universo muy lejano de nuestra Tierra, un lugar de nuestro universo tan remoto y con un campo de observación tan amplio que desde el cual yo podía contemplar con la mayor nitidez infinidad de galaxias, todas ellas maravillosas y diferentes entre si..
También me sorprendió agradablemente que además de gozar de ingravidez y de la capacidad para desplazarme a voluntad y con la rapidez del pensamiento, gozaba de agudeza visual penetrante y prodigiosa.
Haciendo uso de mis maravillosas y sobrehumanas capacidades físicas y sensoriales se me ocurrió que sería bueno intentar orientarme en el espacio dentro de lo posible. Para ello se me ocurrió recurrir, lo mismo que suele hacer cualquier ser humano cuando se encuentra perdido en una ciudad desconocida; que se vale de la gran torre de la catedral o de tal rascacielos, para que le sirva de punto de referencia y desde el mismo situar los puntos cardinales. Pues bien, yo decidí localizar y fijar un punto de referencia que me resultara más o menos conocido o familiar, y pensé en localizar la Vía Láctea, cuya imagen me era conocida y familiar. Y sin mucha esperanza me dediqué a buscarla. Por fin, gracias a mi gran agudeza visual y tras mucho otear y tal vez casualmente pude localizarla e identificarla. Me sorprendió verla con la mayor nitidez, aunque de un tamaño minúsculo, como una Vía Láctea de juguete imitativo pero perfecto. La encontré perdida entre infinidad de otras galaxias y en una localización enormemente lejana. Más, la reconocí con seguridad por sus características figurativas especiales, sus brazos espirales que tan familiares me resultaban. Pero, por su tamaño aparente, o se había alejado mucho de nuestro mundo, la Tierra, o más factible y lógico, era yo, sin saber cómo, me encontraba fuera de nuestro mundo, muy lejos de Vía Láctea, tal vez en los lejanos límites del universo.
Una vez localizada e identificada la Vía Láctea me dediqué, gracias a mi privilegiada capacidad visual a recorrer sus brazos espirales y finalmente en el llamado brazo de Orión pude localizar, entre otras muchas estrella, algunas, la mayoría mucho más brillantes y luminosas, a nuestro Sol. También pude observar con suma curiosidad un minúsculo puntito azul que se movía a gran velocidad en torno a su estrella y que debía ser precisamente nuestro planeta, la Tierra, nuestro mundo, mi mundo del que, sin saber cómo, me encontraba en aquellos momento infinitamente alejado.
Pero ahí no terminó ni mi afán analítico, ni mi tendencia exploratoria, por lo que de forma un tanto irreflexiva, no conforme con los prodigios que ya había podido observar y vivir, sentí una imperiosa necesidad de alejarme a través del espacio infinito y haciendo uso de la velocidad extraordinaria a voluntad de que disponía me fui sumergiendo en el espacio infinito y pronto, por lo que pude comprobar, me encontraba en los límites de nuestro universo, o, mas bien fuera del mismo, en un punto indeterminado desde donde pude vislumbrar y descubrí que en realidad existían infinidad de universos todos los cuales se expandían poderosos por un espacio ilimitado.Fue entonces cuando por primera vez, durante mi extraña vivencia, sentí una especie de angustia vital y la necesidad de volver a mi casa. Finalmente, gracias a mis especiales facultades psicofísicas, conseguí localizar y volver a esta partícula de polvo cósmico que llamamos Tierra y que es nuestro mundo.

